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Actualizado: 12 nov 2020

Hay maderas que arden pronto y dan calor al instante, pero desprenden mucho humo y eso niebla la vista. Hay demasiada prisa por calentar el hogar. Lo entiendes, pero aún así prefieres estar mal acompañado que solo. La soledad da vértigo. Pero de repente cuando el virus acecha, todos se miran como enemigos y corren a sus casas. Y entonces la soledad es un aliado, me protejo del contagio. Pero no es verdad. Siguen martilleando, unos vendiendo recetas para evitar sentirse estresado, otros buscando sus 15 minutos de gloria y, en el colmo de la moralidad, otros pidiendo dinero para causas caducas. Ya hace un siglo que no existen las naciones, y tu sigues pidiendo sacrificios para construir una absurda idea, caduca como tu, que morirá pronto y quieres pensar que dejará huella. Todo lo borra el tiempo menos la belleza y no hay nada bello en creer que eres superior o sentirte el más listo de la clase. Pretendes engañar simplemente porque dispones de madera de pino que quema rápido. Pero de pino también se hacen los ataúdes. Y ahora se te ve el plumero, porque hay algo que te supera aunque es infinitesimal; un pequeño organismo que arrasa con todo lo que existe. Parece una macabra broma del destino. Unos peleando por banderas y otros queriendo ponerse los primeros, pero el mundo es muy pequeño. Es inútil querer hacer de un trozo de tierra tu hogar y expulsar a los que crees que no son como tu. La tierra ya no es de nadie y nadie es dueño de ella. ¿Bailas danzas ancestrales y pretendes que eso sea lo que te distingue?... ¿Es que no sabes que todo es historia, que todo ya está dicho y hecho?. Tu adanismo me da risa. El hogar es el sitio donde podemos ir y nos abrirán las puertas, aunque hayamos pecado, aunque nos hayamos equivocado mil veces. Es un sitio tranquilo, no hay gritos, no hay proclamas. Solo un poco de café caliente y un trozo de pan. Y amor sereno, sin exaltaciones, sin liturgias estériles. Es hora de los valientes, que nunca hacen ruido, solo trabajan y se afanan por arreglar los motores o por salvar a un enfermo. ¿Y tu que haces aparte de parlotear como una cotorra mal nacida?. No haces nada y en esa nada te asfixias. No puedes aceptar que un virus se ha expandido y es más fuerte que los microorganismos que expeles por tu boca. Que tu historia se ha acabado por más que te esfuerces en pretender convencer. Los tuyos serán tuyos mientras no haya un muerto en su casa. Pero quizás lo haya, porque la muerte acecha. Sales en televisión haciéndote el héroe porque estás contagiado y te han hecho la prueba. Que cinismo. Que sinvergüenza. ¿Ese será tu legado?... ¿Demostrar que por tener poder tienes a tu disposición lo que la gente no tiene?. Jamás tendrás, sin embargo, lo que la gente tiene. Honestidad y valentía. Nuestro encierro es tu destierro. La naturaleza nos diezma pero quedarán algunos que te harán un juicio sumarísimo y tendrás el peor castigo que nadie puede imaginar… la indiferencia. Querer apropiarte de las almas, de la tierra, de los corazones, engañar vilmente sabiendo que tienes el poder merece un castigo eterno. Es hora de los valientes y vosotros no estáis entre ellos. No son conocidos, ni populares ni famosos ni tienen un micrófono bien pagado y una cámara constante. Pero son los que os mandarán al infierno del olvido.

¿De que llenar el alma?. No quiero que me lo diga nadie. Quiero que se revele ante mi la enormidad de algo sencillo. Tu y yo. Un amago de abrazo, de complicidad. De saber que valió la pena estar aquí por una sencilla sonrisa, por un gesto al ofrecer un poco de tu valioso tiempo, un lado de tu cama o un libro subrayado por tu serena inteligencia. Quizás el problema sea que la pregunta está mal formulada. El alma no se llena, porque sino el alma no serviría de nada. Vivir es ir llenando, mientras se consume poco a poco la vida. Y vaciando de rencores y de malas memorias que estaban erradas… A veces fui el culpable y otras no. Pero reconoces que nos equivocamos mientras me miras a los ojos. Con eso es suficiente. Déjame ir, si es que acaso mi norte es tu sur. Si quieres llena mis alforjas y dame un abrazo, cuando los abrazos ya no estén prohibidos por imperativo biológico. Pero no las llenes de deudas, porque no tendré con que pagar. Ya no tenemos mucho dinero ni tampoco mucho futuro. En la indolencia de la felicidad cosmética, de la comodidad funcionarial y de la libertad para escoger que canal de televisión poner, acaban de decirnos que este cuento se acabó. Claro, no para todos. Solo para los que llevan años rompiéndose el espinazo por emprender caminos complejos. Solo para los arriesgados. Los parásitos siempre a salvo, a pesar de sus auténticas caras circunspectas –en el mejor de los casos- o bobaliconas ante una realidad tirana que se ríe a carcajadas, como dijo aquel cantante granadino desde su autobús.

Ya está bien de bilis. Necesitas descontaminarte. Mira los caracoles que no se porqué extraña razón atraviesan la calle sin temor a ser atropellados. Atrévete a mirar de frente y empieza a poner de nuevo ladrillos, a buscar buena madera para reconstruir el hogar. Nadie lo va a hacer por ti. Si acaso, te ayudará tu vecino, el que vive cerca, en tu barrio, el que está próximo. No es la proximidad geográfica, aunque esa sea la acepción original, sino el que está próximo a tu sentir. Pero cuidado que la simpatía también se puede tener con el diablo. Syn-pathos es sentir con alguien. ¿De donde sale el sentir?. Las metáforas dentro-fuera son sugestivas. Sin embargo se pueden meter dentro de mi y hacerme sentir y hacerme creer que lo que siento “es mío”, ”es autogenerado”, es “originario de mis adentros”. ¿Cómo saber que eres tu quien ha inyectado el amor o si soy yo quien ha creado ese misterio?...


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